Espiritualidad

Nuestra espiritualidad se inspira en Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, revelador del amor del Padre. Siguiendo el ejemplo de María de Nazaret, vivimos la virtud de la Encarnación, haciendo de cada gesto, incluso el más simple y oculto, un acto de misión y santificación.

Jesucristo Dios y Hombre

Él es el Revelador de Dios Padre y de Su amor por el hombre. Esta es la esencia ontológica de Su sacerdocio y la fuente de la que fluye el sacerdocio cristiano. El conocimiento de Jesucristo conducirá a las Ursulinas a la cumbre de su amor y a su imitación. De esta plenitud de lo Divino y de lo humano nace para la USMV la vocación de colaboradora del sacerdote, portadora de Jesucristo a la humanidad.

Para las Ursulinas, cada palabra, cada pensamiento, cada gesto, cada actividad, todo amor, toda vida, deben comenzar y terminar en Jesucristo, el Sumo y Eterno Sacerdote. Cristo, que se hace carne en el seno de la Virgen María, constituye el "puente" entre la tierra y el cielo. En esta unión entre Dios y el hombre se encarna la vida interior y el apostolado de la USMV.

Como María de Nazareth

Vivimos las virtudes de la Encarnación: humildad, sencillez, disponibilidad, generosidad, hospitalidad... Cada actividad, incluso la más pequeña, humilde y escondida, es una misión apostólica y un medio de santificación que vivimos con alegría, entregándonos al Señor y a nuestros hermanos. (Cost. n° 14)

Siguiendo a Cristo, que adora al Padre y salva a nuestros hermanos, acogemos y ponemos en práctica, con María, la Palabra de Dios, adhiriéndonos como ella total y responsablemente a la voluntad divina, de modo que nuestras acciones estén animadas por la caridad y el espíritu de servicio. (Normas n° 1)

“Nuestra Señora repara por la noche, mientras duermo, lo que he dañado durante el día. Por la mañana todo está en orden y retomo con mayor fervor y alegría”. (Madre Clotilde Verno)

Su jaculatoria preferida: "¡Madre mía, confianza mía!"

“La Madre Clotilde Verno amaba la humildad de María que vivía en el hogar de Nazaret y la imitaba de cerca… Se propuso imitar estas tres virtudes en María Santísima:

  1. Pureza de mente y de corazón;
  2. Obediencia absoluta a la voluntad del Padre;
  3. Humildad sincera y profunda."
               (Memorias de sor Angela Portigliati)