El 15 de agosto, en el espléndido marco del Santuario del Sagrado Monte de Varallo, nuestra comunidad experimentó una gran alegría: la celebración de los votos perpetuos de la Hermana Maruja.

El día en que la Iglesia contempla a María, asunta en cuerpo y alma al cielo, la Hermana Maruja pronunció su "sí" definitivo y total al Señor, consagrándose para siempre a Él en amor y servicio. Su ofrenda se convierte así en un signo de esperanza para la Iglesia y el mundo, una luz que da testimonio de la fidelidad de Dios y de la belleza de la vida donada.

Durante la celebración, vivida con profunda participación, la comunidad agradeció al Señor el don de su consagración y encomendó a la Hermana Maruja a la intercesión de Nuestra Señora de la Asunción, modelo y Madre de toda mujer consagrada.

Unámonos en oración para que su vida, sostenida por la gracia divina y la protección maternal de María, sea siempre un testimonio vivo del Evangelio y del carisma que recibió.

Voti perpetui suor Maruja

Agradecimineto de Suor Maruja:

ìSoy muy feliz!

Dios, Tú me lo das todo y Te agradezco también porque me lo pides todo… Te amo, Jesús.
Hoy, lo que resuena en mi corazón es la gratitud a Dios, porque Él me amó primero, porque antes de mi nacimiento me pensó y me creó. Habiendo reconocido Su amor infinito en mi historia de salvación, deseo unirme a María, nuestra Madre, para proclamar las grandes cosas que Él ha hecho y hace en mí, y deseo con ustedes elevar estas palabras a Dios:

Te doy gracias, Padre, por haberme llamado a la vida y por haberme formado como criatura Tuya, a Tu imagen y semejanza. Te doy gracias, Padre, porque he visto todo lo que has creado y contigo puedo decir que es “muy bueno”. Proclamo Tu grandeza porque en mi pequeñez realizas maravillas; mi espíritu exulta porque amas mi debilidad y en ella Te manifiestas.

Te doy gracias, Padre, porque me formaste en el seno materno y me hiciste el regalo de mis padres y hermanos. Te doy gracias por todas las personas que pusiste en mi camino y que iluminaron mis pasos mostrándome a Ti: tantos nombres por los que agradecer. Ante todo, por Madre Maribel, porque ha sido para mí como una madre. Te alabo también, Señor, por la amistad; en cada amigo me has dado un tesoro que custodiar.

Te bendigo, Padre, porque me has regalado esta comunidad de hermanas, en la cual Tú te haces presente en nuestra unión hacia un único fin, que eres Tú mismo. Padre, pongo delante de Ti el “sí” de cada hermana. Gracias por haber infundido Tu Espíritu en nuestros fundadores, Madre Clotilde y Don Chiara, por haberles inspirado el carisma de ser ayuda para los sacerdotes y guía para la juventud; y porque su “sí” me permite decir también el mío, con alegría y gratitud.

Te doy gracias, Padre, por el don de los sacerdotes, por su entrega, su escucha, su afecto y su compasión. En particular, Te agradezco por el cardenal Ouellet que, desde que lo pusiste en mi vida, me ha mostrado Tu rostro paterno, y por su presencia en esta celebración tan memorable. Te doy gracias también por los sacerdotes que me han guiado en mi camino de fe; todos me enseñan la belleza de la donación en seguirte a Ti. Bendice y santifica a cada uno en su ministerio.

Te doy gracias, Padre, por la Eucaristía, que me ayuda a vivir mi consagración como una entrega total a Ti, en la Iglesia, haciendo de mi existencia un holocausto en unión con Cristo, Sumo Sacerdote y Víctima, para Tu gloria, la salvación de mis hermanos y la santificación de mi alma.

Te alabo, Padre, por Tu presencia constante en mi historia de salvación; has tenido paciencia conmigo y eres fiel a Tu promesa. Gracias porque has vencido en mi vida y no me dejaste ni abandonaste cuando no podía abrazar la cruz. Gracias por haberme amado, por haberme llamado y por haberme hecho Tu esposa para siempre.

Unida a esta gran familia aquí presente, alabo la inmensidad de Tu obra; Tu nombre es Santo. Este “sí” habla más de Ti que de mí, un “sí” sostenido por Tu amor y por Tu misericordia; un “sí” que no es solo mío, sino de todos y con todos.

Jesús, ya no soy yo quien vive: eres Tú quien vive en mí.

Recen por mí, para que sea fiel a la llamada del Esposo. Que la obra que Él ha comenzado en mí, Él mismo la lleve a plenitud. Amén.