“No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Juan 15, 16).

La vocación cristiana es un don de Dios, un regalo que cada uno debe decidir si acoge o no. Luis Rosales, poeta español, afirmaba: “Quien no sabe que ha heredado la fe, no puede ser santo”. Es decir, si no comprendemos que nuestra vocación es un llamado a ser hijos de Dios, a ser cristianos, y que Él quiere regalarnos el don precioso de la santidad, nunca podremos decidir conscientemente si queremos aceptarlo.

Cuando uno conoce de verdad, ese conocimiento llena el corazón y lo colma. Dios nos invita a entrar en relación con Él a través de un ejercicio cotidiano: partir de lo que ya conocemos y estar abiertos a la revelación de la belleza.

El Papa Benedicto XVI, en Deus Caritas Est #1, nos dice:
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a mi vida y, con ello, una orientación decisiva”.

Cristianismo: Más que una doctrina, un encuentro

El cristianismo no es una simple doctrina, ideología o visión de la vida. No es solo una ética. Como señala Ratzinger:
“Jesús no ha dejado detrás de sí una doctrina que fuese distinta de su yo, como si nos hubiese dejado una colección de grandes frases. La persona de Jesús es su doctrina, su doctrina es Él mismo”.

Aquí es donde puede surgir nuestra rebelión: estamos más dispuestos a someternos a una ley que a una persona. Nos incomoda la idea de depender de otro, especialmente en un mundo donde el “yo” es el centro de todo. En nuestra época, el relativismo nos dice que todos los puntos de vista son igualmente válidos: “mi verdad”, “mi felicidad”, “mi comodidad”. En esta mentalidad, hasta las verdades que nos trascienden son infravaloradas.

El ser humano moderno busca ser autosuficiente, un superhombre que no quiere depender de nadie. Sin embargo, paradójicamente, se postra ante el dinero, la ciencia, las redes sociales y muchas otras cosas.

La fe: Un abandono total en Dios

La fe nos llama a una entrega total, a confiar plenamente en Dios y darle toda nuestra persona. Surge de la escucha de su revelación, porque quien nos habla es el fundamento de todo lo que existe. Por eso, esta escucha nos exige una entrega absoluta.

Nuestra relación con Dios es única: nos pide la entrega total, más que cualquier otra relación humana. Jesús no se presenta como un simple maestro al que imitar, sino como alguien con quien debemos entrar en relación, alguien por quien debemos decidirnos.

Nos interpela a tomar una decisión: adherirnos a Él y vivir en una nueva realidad, su Cuerpo, la Iglesia. Nuestra salvación depende de esta decisión de entrar en relación con Jesús.

¡La salvación comienza aquí y ahora!

No es algo lejano o abstracto. Es hoy, en este momento, cuando Dios nos llama a responderle. ¿Estamos dispuestos a acoger el don de su amor y decirle ?