Ser apoyo del sacerdote y guía de la juventud“. (M. Clotilde)

¿Cuándo perdimos la inocencia, la confianza o el deseo de querer que nuestro Padre nos proteja? – En la adolescencia.

El adolescente busca ser independiente, sin la protección de los padres terrenales ni del Padre celestial. No quieren límites ni que les digan qué hacer. Se alejan de la familia y, con el tiempo, también de Dios, sin comprender que necesitan una guía que los proteja de los peligros. Quiero ser guía de la juventud para ayudarlos a retornar al Padre.

¿Quién nos permite experimentar a Dios a través de la Eucaristía? – El sacerdote. Solo sus manos consagradas pueden hacer que Cristo descienda a la tierra y esté entre nosotros. Además, a través del sacramento de la reconciliación, nos ayudan a volver a unirnos con Él. Quiero ser el apoyo que los sacerdotes necesitan.

Estos deseos nacen de mi propia experiencia. Retorné a la protección del Padre gracias al ministerio de un sacerdote.

¿Por qué soy consagrada?
¡Confianza y amor! Porque me fie de Él.

Hoy, 25 de marzo de 2025, en la celebración de la Anunciación, vuelvo a renovar mi respuesta, mi Fiat. Jesús sigue llamándome para llevarme al Padre, y yo continúo confiando en sus mociones.

No hace falta hacer un recuento de cada momento en que sentí su llamada ni una larga lista de razones para responderle. Las únicas que realmente importan son amor y confianza.

– Confío en que Él conoce mi historia y, aun así, me llama.
– Confío en que me ama tal como soy.
– Confío en que Él me seguirá guiando.
– Confío en su promesa de amarme hasta la eternidad.
– Confío en que nunca me abandonará.


Estoy donde Él quiere que esté, y mi respuesta sigue siendo la misma: confianza total.

Aunque hay momentos en que no comprendo del todo sus planes, sigo firme en mi deseo de ofrecerle mi vida por completo. Quiero seguir dedicando mis 24 horas al Señor, especialmente por los jóvenes, como decía Madre Clotilde: “Ser guía de la juventud”, esa juventud que no conoce al Padre, que no lo ama, que anda perdida en la oscuridad y necesita de su amor. Quiero que mis días sean oración continua, sin distracciones, trabajando para el Reino de Dios y no para el mundo, evitando las trampas de la sexualidad y la ambición.

Señor, qué hermoso es detenerse a contemplar la vida y vivir plenamente el presente, sin cargar con el peso del pasado ni angustiándose por el futuro. Hoy me siento especialmente agradecida por la creación que pones frente a mí. Me encuentro en un parque, observando la vida a mi alrededor: niños jugando, padres atentos a sus hijos, perritos corriendo, pajaritos cantando, árboles en su calma…

Los árboles, con su serenidad, se dejan mover por el aire que les das, siguiendo el ritmo suave y sublime del viento. Sus hojas no se preocupan por caer o permanecer en las ramas; simplemente se abandonan al soplo del aire y al ciclo de las estaciones. Las aves, por su parte, vuelan y cantan mientras confían en que encontrarán su alimento diario. Los bebés disfrutan del juego, sin miedo, porque saben que el padre que está tras ellos los cuida y los protegerá si se acercan a algún peligro.

Cuánta confianza rodea a los inocentes. No temen; se dejan guiar por su creador y protector.

Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos“.

Así quiero vivir siempre: bajo su protección, entregada al presente, abandonándome a su voluntad.