“El día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo: ‘¡Qué paz y qué seguridad tenemos!’, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar… Por lo tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente.” (1 Tesalonicenses 5, 2-3,6)

Continúan las invitaciones a estar vigilantes. San Mateo nos ofrece tres grandes orientaciones para una vida verdaderamente cristiana: tres parábolas que hablan de fidelidad, de trabajo y de preocupación por los pequeños.

La parábola del domingo pasado, la de las “diez vírgenes”, es una de las más bellas sobre la fidelidad. Las diez, según la costumbre, esperaban de noche al novio. Lo que se espera de ellas no es el trabajo, sino la fidelidad del corazón. Nos sitúa en un mundo tanto alegre como tenso en la espera.

Con esta enseñanza, Jesús se dirige hoy a nosotros, a quienes sentimos que la fidelidad a veces se hace pesada…

Hoy hemos escuchado la segunda parábola, la de los talentos. También aquí se habla del “siervo fiel”, que sería mejor traducir como: “aquel con quien se puede contar”.

El talento debe producir frutos. Las obras de Dios, a través de su creación, expresan algo de su naturaleza eterna y no pueden fracasar.

El Papa Francisco dice que esta parábola de Jesús reafirma la libertad humana. Es como si nos dijera: «Aquí tienes mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y haz amplio uso de ello». Y nosotros, ¿qué hemos hecho con estos dones? ¿A quién hemos contagiado con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo?

Se nos presentan muchas oportunidades, pero a menudo tenemos miedo de ofrecernos o nos vemos bloqueados. Sin embargo, hermanos, nos estamos jugando la vida eterna. ¡Despertemos y administremos mejor los bienes del Señor!

San Pablo nos lo aconseja en su carta a los Tesalonicenses: “El día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo: ‘¡Qué paz y qué seguridad tenemos!’, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar… Por lo tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente.”

Cristo viene de noche, y nosotros somos hijos de la luz. Los que siguen sus malos instintos pertenecen a las tinieblas y se esconden para hacer el mal. En cambio, nosotros debemos ser irreprochables y transparentes ante Dios, como quienes no tienen nada que ocultar. El no creyente duerme sin prever, mientras que el creyente vigila.

Quiero ser sincera: algunas veces me siento tentada a buscar mi comodidad, mis propios intereses y a quedarme tranquila en esta vida terrenal… Pero gracias al Señor tengo a mis hermanas, mi comunidad, quienes nos ayudamos mutuamente a no olvidar que pertenecemos a la patria celeste y que debemos salir de nosotros mismos, de nuestro amor propio, para amar a los demás.

Lo bueno de vivir en comunidad (en familia) es que nos permite reflexionar sobre lo que debemos mejorar para ser mejores, para ser santos.

La Iglesia es la comunidad verdadera, la que todo creyente necesita para crecer en la fe y superar las pruebas. En las dificultades, la ayuda de los hermanos es una señal del amor de Dios.

Quiero compartir con ustedes un texto del Hermano Rafael:

“Bien sabe el Señor que cuando más débil me siento, cuando más lucho con la materia que tira hacia abajo, cuando el corazón se ve sujeto a tantas cosas y mi alma sufre con un dolor más humano que divino, entonces es cuando, arrodillado delante del Sagrario y en el silencio de la noche, gimo y lloro. Entonces es cuando veo que solo en Cristo se halla descanso, entonces veo que el amor que le tenemos es débil y flojo.”

“El mundo distrae y se desperdicia mucho. El hombre es el mismo, su capacidad para sufrir y para amar es la misma. A donde quiera que vaya, llevará su cruz. Sepamos aprovechar el tiempo. Sepamos amar esa bendita cruz que el Señor pone en nuestro camino, sea cual sea, fuere como fuere. Aprovechemos esas cosas pequeñas de la vida diaria, de la vida común.”